MANIFIESTO DE LA FEDERACIÓN ATENEOS DE ANDALUCÍA 8 DE MARZO, DÍA DE LA MUJER TRABAJADORA

«Todas las mujeres conciben ideas,
pero no todas conciben hijos”.
(Emilia Pardo Bazán)

 

“Bellita, a la tierra hay que devolverle lo que se le quita”, enseñaba Bella Acosta a su nieta, mientras la invitaba a un abrazo y una conversación para la que, con natural elegancia, siempre estaba dispuesta.

El 8 de marzo de 2022, la ONU quiso reconocer el papel de la mujer en relación con el cambio climático y bajo el lema «Igualdad de género hoy para un mañana sostenible» reclamó una acción por el clima liderado por las mujeres.

Los ateneos de Andalucía sensibilizados con el proceso de cambio climático en el que estamos inmersos y ante la necesidad de impulsar el crecimiento económico, sin degradar los recursos y respetando el medio ambiente, quiere destacar la importancia de la igualdad de género en la sostenibilidad de nuestro planeta.

Bella González, “campóloga” (como ella se denomina), de Lepe, que ha dedicado su vida a la agricultura y a honrar y homenajear la labor de sus antepasados campesinos, ha heredado su abuela el mismo nombre, la ilusión y la alegría por vivir de y para la tierra y, por supuesto, la frase que encabeza este manifiesto y que muestra una conciencia presente en las mujeres del entorno rural desde siempre. Sin ponerles los nombres de sostenibilidad, ecologismo o consumo responsable a sus acciones: “¿Para qué tanta ropa si solo tenemos un cuerpo?, solía decir su abuela.

María Sánchez en Tierra de mujeres, una novela en la que nos ofrece una mirada íntima y personal al mundo rural, dice :

” Las mujeres del mundo rural son doblemente discriminadas. Doblemente olvidadas. Primero por su género, pero también por el lugar en el que residen y trabajan.”

 Existen datos suficientes para asegurar que, a nivel mundial, las mujeres sufren las consecuencias del impacto climático, al aumentar las desigualdades de género y poner en peligro sus modos de vida, y sus propias vidas.  En los entornos más duros , cotidianos o no, donde las condiciones a las que se enfrentan son extremas, bien por el espacio geográfico que ocupan, por las actividades  económicas que realizan, por estar sometidas a la presión de salvaguardar a sus familias de los desastres de la guerra o los regímenes hostiles,  asumen un papel de responsabilidad excesiva al tener que asegurar alimentos, agua o combustible para sus familias. Motivo más que suficiente para que esa “mitad de género humano” de la que hablaba Clara Campoamor, pueda y deba liderar un movimiento que nos conduzca a un planeta más sano y justo, desde una perspectiva social ambiental, económica, política y de género.

Sin pretenderlo, la sabiduría de Bella Acosta, como la de tantas mujeres rurales, podría editarse hoy en día como un manual de salud y bienestar del siglo XXI. Bella tenía un brillo en la mirada que servía de faro para dirigir a todo su entorno hacia los buenos propósitos. Una mujer valiente, solidaria, ecologista y empática, agradecida, con una abrumadora cultura en sangre. Con el lema “busca al tío Maña” ejemplificaba la capacidad de supervivencia, autosuficiencia e independencia. Una mujer real a la que la cruda realidad del mundo rural, en el que vivió y trabajó, no le quitó la ilusión por la vida presente y la bondad en su mirada. Y era naturalmente así.

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